La lectura de la columna del señor Juan Velit Granda en la página 15 de la sección A de “El Comercio” de hoy referida a la casi comprobada corrupción que rodearía la gestión de los Kirchner en Argentina ha venido a reforzar, sensiblemente, mi convencimiento respecto a que “todos los políticos”, sea cual sea el pelaje del que se presenten cubiertos, aspiran a ejercer el poder con la exclusiva intención de enriquecerse con los dineros del Estado (vale decir de todos los ciudadanos contribuyentes que, en la mayoría de casos, son los mismos que los eligen). Aquí, en el Perú, en Argentina, en Chile, en los países de Europa, en los Estados Unidos, en la China… en todas partes.
Y de inmediato ha venido a mi memoria un artículo escrito por Barba Caballero sobre su amigo Rafael Rey Rey, escrito el 18 de enero de este año y publicado no se dice en que diario o revista, pero que se está haciendo circular en uno de esos mensajes masivos que se trasmiten por Internet a través del correo electrónico; ya que en dicho artículo se señala que el Sr. Rey, actual Ministro de Defensa del gobierno de Alan García y ex Ministro de la Producción, sería un rarísimo caso de absoluto y total desprendimiento de cualquier tipo de riqueza material (lo que resultaría plenamente coherente con su prédica cristiana), pues habría adoptado la costumbre de donar la casi totalidad de sus ingresos para obras de caridad, viviendo en asombrosa austeridad en una casona equivalente a un monasterio, ocupando una habitación de cuatro metros por cuatro metros, amoblada con una vetusta cama y un viejo escritorio; sin televisión ni equipo de música. De ser ciertas estas afirmaciones, de comprobarlo el equipo de investigación de algún programa televisivo, como “Cuarto Poder” o “Día D”, Rey, a pesar de haberse hecho merecedor de mi permanente rechazo desde casi su aparición en el escenario político del país, se tornaría en mi candidato preferido y paradigmático para ocupar la presidencia del país.
Y de inmediato ha venido a mi memoria un artículo escrito por Barba Caballero sobre su amigo Rafael Rey Rey, escrito el 18 de enero de este año y publicado no se dice en que diario o revista, pero que se está haciendo circular en uno de esos mensajes masivos que se trasmiten por Internet a través del correo electrónico; ya que en dicho artículo se señala que el Sr. Rey, actual Ministro de Defensa del gobierno de Alan García y ex Ministro de la Producción, sería un rarísimo caso de absoluto y total desprendimiento de cualquier tipo de riqueza material (lo que resultaría plenamente coherente con su prédica cristiana), pues habría adoptado la costumbre de donar la casi totalidad de sus ingresos para obras de caridad, viviendo en asombrosa austeridad en una casona equivalente a un monasterio, ocupando una habitación de cuatro metros por cuatro metros, amoblada con una vetusta cama y un viejo escritorio; sin televisión ni equipo de música. De ser ciertas estas afirmaciones, de comprobarlo el equipo de investigación de algún programa televisivo, como “Cuarto Poder” o “Día D”, Rey, a pesar de haberse hecho merecedor de mi permanente rechazo desde casi su aparición en el escenario político del país, se tornaría en mi candidato preferido y paradigmático para ocupar la presidencia del país.
Porque no se trata de resignarse, como muchos, al estribillo aquel de “sí pues, sé que ha robado… pero ha hecho obra”. No señor. El gobernante no tiene por qué robar ni, menos aún, permitir que lo hagan sus colaboradores. Pero con los facinerosos que siempre han usufructuado el poder es obvio que ninguna autoridad moral pueden tener para pedir que se sancione con todo el peso de la ley a los inmorales y corruptos a quienes se pesca con las manos en la masa. Alan García, por ejemplo, nuestro actual presidente, pidió sí que se sancionara con todo el peso de la ley, pero no a quienes se hallara culpables del saqueo de las arcas públicas, sino a quienes se encontrara culpables de haber destapado la olla a través de las efectivamente delictivas interceptaciones telefónicas y de correos electrónicos.
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