lunes, 18 de marzo de 2013

TOLERANCIA, SÍ. COMPLICIDAD, NO.

¿Se han puesto a pensar cuánto de esnobismo e hipocresía hay en las posturas que públicamente asumen algunos personajes frente al tema de las uniones entre personas del mismo sexo? Muchos coinciden, seguramente, en que tales uniones son realmente contraproducentes, improcedentes y antinaturales. Pero, por temor a ser calificados de retrógrados, anacrónicos, anticuados y refractarios a los aires de “progreso” y “modernismo”, prefieren asumir un papel cómplice y asentir tímidamente ante las corrientes apologistas del homosexualismo que avanzan por el mundo propagándose como un cáncer que amenaza destruir las células más íntimas y sensibles de la sociedad. Opino que quienes seguimos creyendo que las uniones entre seres humanos del mismo sexo son sencillamente antinaturales e improcedentes deberíamos -al igual que quienes promueven estas uniones- unirnos y hacer sentir nuestra voz de protesta frente a una propuesta que, por antinatural, atenta incluso contra la conservación y preservación de la especie humana. Pero que no se me tergiverse ni malinterprete. No estoy proponiendo un enfrentamiento contra los homosexuales. No. Lo que propongo es que quienes no compartimos la propuesta de otorgarles “derechos” como el matrimonio gay o su exhibicionismo en lugares públicos en los que pueden distorsionar la percepción de niños que se desorientarán o confundirán al suponer que relacionarse sexualmente con seres de su mismo sexo no es una deformación de la naturaleza sino una opción, estarán atentando contra nuestro derecho a evitar esas deformaciones en nuestro hijos y nietos. Basta ya de hipocresías y de aguas tibias. Es hora de poner freno a tendencias que con el prurito de la “modernidad” y el “progreso” están resquebrajando los principios y valores de la sociedad.

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