Acaba de pasar un asteroide a apenas 72 mil kilómetros de distancia de la tierra. Pero no es para alarmarse, pues los científicos han logrado establecer que la probabilidad de que un meteorito de más de un kilómetro de diámetro choque contra la Tierra es de una cada varios millones de años, y la posibilidad de que se estrelle uno de menor tamaño, pero con la potencialidad de poner en peligro una ciudad completa, es de “una cada cien años”. Así que podemos seguir durmiendo tranquilos. Podemos continuar perpetrando los saqueos de las arcas fiscales desde los gobiernos de turno. Podemos seguir alentando guerras y enriqueciéndonos con el tráfico de armas. Podemos seguir enseñándonos los dientes con los países vecinos por unos cuantos metros cuadrados de tierras en disputa. Podemos continuar enviando como carne de cañón a los hijos de los infortunados para que, en aras de la lucha por la libertad y la justicia, entreguen sus estériles e improductivas vidas en supremos actos de inmolación que las causas superiores, como la democracia y la religión, les agradecen y reconocen póstumamente. Podemos también proseguir atentando contra nuestro propio hábitat, esparciendo gases tóxicos, echando inmundicias y desperdicios a nuestros ríos, contaminando los mares con derrames de petróleo, talando nuestros bosques, etc. pues la probabilidad de que alguien o algo se compadezca de esta atribulada tierra y nos envíen una inmensa masa incandescente, misma nueva Sodoma y Gomorra, es, lamentablemente, prácticamente nula.
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