El gringo Pedro Pablo Kuczynski, PPK, incurrió hace unos días en el grosero gazapo de atribuirle a Sancho Panza la frase aquella de “Ladran, señal de que avanzamos” cuando la frase completa es “Ladran Sancho, señal de que avanzamos” y se atribuye al Quijote, aun cuando no dentro de la colosal obra de Cervantes sino en una adaptación montada por Orson Welles. De cualquier forma, el craso error, agravado por provenir de un candidato que se supone ilustrado y culto, no mereció de parte de la prensa mayores críticas, pasándoselo por agua caliente.
Sin embargo, anteriormente, con ocasión del otorgamiento del Premio Nobel a nuestro egregio escritor Mario Vargas Llosa, el cholo Alejandro Toledo incurrió en el gazapo de expresarle su felicitación por el “premio nobel de la paz en literatura”, y la prensa le dio con palo durante varios días, burlándose y haciendo escarnio del desliz.
Y es que el peruano es así. Somos así. A un peruano blanco, con apariencia de gringo y que hasta en su manera de hablar parece un extranjero, le consentimos todo. Y a veces hasta lo festejamos y aplaudimos. Pero al indio, al cholo, al connacional auténtico, a ese no le concedemos ni un milímetro de tolerancia. De ese nos burlamos, como buscando tomar distancia de él, para sentirnos más bien parecidos a los de afuera. Nos sacudimos de cualquier rastro que nos pueda dar apariencia de cholos, porque lo que anhelamos es parecer blancos, gringos, extranjeros.
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