Y perfectamente democrática.
Si en la primera vuelta no votó usted ni por Keiko Fujimori ni por Ollanta Humala está en su perfecto derecho de viciar su voto en esta segunda vuelta al haberse quedado sin candidato y no encontrar la menor afinidad entre su pensamiento y las propuestas de estos dos candidatos a la presidencia.
No se deje ganar por aquellos que argumentan que viciar el voto es una maniobra antidemocrática, evasiva o cobarde. Debe usted hacer respetar su derecho, y el votar viciado constituye una posición valida.
Votar viciado significa expresar que no le cree usted ni a los juramentos, con biblia de por medio, de Ollanta, acerca de que no aplicará las radicales medidas recogidas en su plan de gobierno original, que nos harían retroceder a los momentos más aciagos de la dictadura velasquista, cargada de resentimiento y revanchismo contra los propietarios de los medios de producción, ni a los juramentos por Dios de la candidata Fujimori intentando hacernos creer que ha depuesto su manifiesta original intención de indultar a su padre apenas asuma el mando, en caso de resultar elegida. Y no tanto por lo que signifique como una manifestación de legítimo amor filial. Que vaya y pase. Sino porque a ese indulto le seguirá la asunción extraoficial del poder por parte del ex dictador para la prosecución de su corrupto e inmoral gobierno rodeado de los mismos indeseables que lo alentaban quince años atrás en sus mesiánicos sueños de perpetuarse en el poder.
Votar viciado le dará a usted la tranquilidad de conciencia de no haber contribuido con un voto “anti” o “en contra de” a legitimar un gobierno que usted no deseó ni por el cual usted apostó. Le dará la autoridad moral para enfrentarse al régimen que finalmente se instaure, sin tener que agachar la cabeza ni esconderse en su casa cuando el pueblo salga a las calles a protestar por las medidas que, cuando candidatos, recusaron y juraron que no llevarían a la práctica.
Vote viciado. Sin temor. Es una legítima opción.
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