Resulta increíble constatar hasta dónde pueden llegar el despecho, la petulancia, la arrogancia y un sinnúmero de desequilibrios emocionales y mentales en aquellos personajes que creen que con dinero pueden resolverlo todo.
Así hemos visto cómo un pintoresco personaje televisivo, al que le encanta ventilar su vida privada a través de los medios (lo que me exonera de tener que pedirle disculpas o permiso por tratar públicamente lo que perteneciendo a su ámbito privado él mismo se ha encargado de hacer público) nos ha relatado en su columna dominical, sin el menor rubor y casi, diría yo, orgullosamente, aspectos de su vida íntima que han dejado muy mal parados, no solo a él, sino a su ex esposa y a una de sus dos hijas.
Nos hemos podido enterar así (y no sabemos si sus dos hijas recién ahora también) que ese amor que en infinidad de oportunidades confesó por su ex esposa ante las cámaras de la televisión nacional no fue otra cosa que una de sus múltiples argucias para tratar de estar siempre en la cresta de la ola ya sea para mantener un elevado rating para sus programas televisivos o para promocionar la venta de alguno de los libros que hasta la fecha ha publicado.
Es así como este osado personaje que, no sabemos hasta ahora si seriamente o en broma, pretendió lanzar su candidatura a la Presidencia de la República para el proceso eleccionario del 2011, anuncia ante tirios y troyanos que su matrimonio con la que fuera su esposa fue un acto al que asistió como concurre un condenado a muerte al paredón o a la cámara de gas, ya que se vio obligado a ello para poder cambiar su visa de turista por la de residente temporal, en vista de que su ex esposa se encontraba embarazada de la que sería la primera hija del matrimonio.
Nos cuenta asimismo que cuatro años y siete meses después se divorciaron dándosele la custodia de las dos hijas a la madre y fijándosele a él una pensión de 7,500 dólares por mes para la cobertura de los gastos.
Y Bayly se pavonea y saca pecho para pregonar a los cuatro vientos que no solamente cumplió con el pago señalado por el juez norteamericano sino que por propia decisión les abonaba a su ex esposa y a sus dos hijas ocho mil dólares por mes, con lo cual, a su mercantilista forma de analizar su problema, estaba dando muestras de ser un padre ejemplar.
¿Padre ejemplar, Jaimito? ¿Porque les diste el dinero para que disfrutaran de una vida cómoda, regalada y con lujos? ¿Porque les diste los dólares que les permitieran a tus dos hijas educarse en los mejores colegios? Bajo ese retorcido criterio un obrero que apenas gana lo necesario para poder alimentar a su familia no podría jamás ser considerado un buen padre. Sin embargo, y esto debes preguntártelo en la intimidad de tu atormentado lecho, es altamente probable que para los hijos de ese humilde obrero, él sea un padre ejemplar, amado y respetado en mucha mayor medida y con mucha mayor sinceridad de lo que podrían opinar tus hijas respecto de ti.
Y es que simple y llanamente el dinero no lo es todo en la vida. Los hijos de ese obrero que a duras penas puede conseguir unos cuantos soles para alimentar a su familia no les ha faltado el respeto ni los ha avergonzado presentándose ante las cámaras de televisión dándose besos en la boca con cuanto individuo de su mismo sexo se le atravesara por delante. No cuestiono ni repruebo tu inestabilidad sexual. Pero sí que te hayas pasado gran parte de tu vida exhibiéndola como un trofeo o como algo de lo que tendría uno que sentirse orgulloso. Respetos guardan respetos. Y si una persona que presenta las distorsiones de comportamiento de las que haces gala, lejos de mantenerlas bajo una aconsejable y prudente reserva, se esfuerza más bien en enarbolarla y difundirla con el mayor escándalo posible, entonces debe afrontar las consecuencias. Y creo que la más dolorosa y triste es la vergüenza que deben haber sentido tus dos hijas cuando te han visto por la televisión, en directo o por grabaciones posteriores, regodeándote con tus desviaciones y disfunciones.
Ahora, atente a las consecuencias. Y no te dediques a injuriar y degradar a la madre de tus dos hijas.
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