Hay personas que se molestan cuando les preguntan si son izquierdistas o “de izquierda”, haciendo un gesto de desagrado, como si se sintieran ofendidos, al interpretar la pregunta como si aceptar “ser de izquierda” conllevara admitir que se es un pobretón marginal de los sectores socio económicos D o E, y como si tal situación, de ser cierta, fuera motivo de vergüenza. En otros, que también toman como un insulto que se les pregunte si son “de izquierda” la razón que esgrimen para negarlo airadamente es porque relacionan izquierdismo con violencia o con terrorismo, con bloqueo de carreteras, con quema de llantas, con toma de rehenes o con cualquier otra forma de vandalismo.
Y es que sentirse “de derecha” o derechista para estas personas les resulta, por contraposición, ubicarse al lado de los sectores A y B, disfrutar de una buena y sólida posición económica y marcar distancia con esos vándalos marginales que salen a gritar a las calles a reclamar por una más justa distribución de la riqueza.
Sin embargo creo que en la propia naturaleza del ser humano, de cualquier parte del mundo, conviven ambas posiciones. Todos somos “de izquierda” y, a la vez, todos somos “de derecha”. Sin extremismos, claro está. Los ultra izquierdistas son una deformación de la natural predisposición izquierdista que albergamos todos los seres humanos en nuestro interior. Como lo son los ultra derechistas en el sentido deformado de llevar al extremo el natural derechismo que todos y cada uno de nosotros tenemos en nuestra propia naturaleza humana.
Todo ser humano siente rebelarse su conciencia y resquebrajarse su sentimiento al contemplar una imagen de una madre subiendo a un ómnibus de transporte público para ofrecer tres caramelitos de menta por cincuenta céntimos, llevando “quipichado” a su bebe de meses de nacido, o la imagen de un niño africano con una enorme cabeza y su cuerpo esqueletizado y sin desarrollo por efecto de la desnutrición. Imágenes que estremecen y conmueven al asalariado militante del partido comunista como al próspero abogado presidente del directorio de la empresa donde trabaja el asalariado. Ambos saben que existe en el mundo una inequitativa distribución del ingreso. Y ambos, cada uno a su manera, quieren cambiar esa situación. Pues para el abogado “pro capitalista” y derechista no le resulta indiferente constatar estas desigualdades. No se regodea ni disfruta al ver estas manifestaciones de miseria generadas por la pronunciada inequidad en la distribución del ingreso. La deplora. La lamenta. Por el componente izquierdista que, como todos los seres humanos, él cobija también en su interior.
Pero, a la vez, todos los seres humanos llevamos en nuestro interior el deseo de progresar, de poseer, de atesorar. Personas “de izquierda” y “de derecha”, por igual, ambicionamos, porque está en nuestra propia naturaleza humana, llegar a acumular riqueza material más allá de la que necesitamos para vivir dignamente. Salvo el caso de lo que alguna vez leí sobre San Francisco de Asís, que fue tomado por loco cuando decidió desprenderse de todas sus riquezas materiales para dedicarse por entero a predicar la caridad dando origen a la orden que hasta hoy lleva su nombre, no he sabido de ningún otro caso. Aunque uno de mis hijos me comentó en días pasados que Bill Gates se había desprendido del 50% de su cuantiosa fortuna para destinarla a obras de beneficencia. Actitud de un símbolo viviente del capitalismo derechista que, no obstante, no ha sido característica de muchos connotados y enriquecidos líderes de la izquierda, como Fidel Castro, Hugo Chávez, Lula, los Kirchner, Sarkozy, o algún Papa.
De eso se trata. Qué significa ser “de izquierda” o ser “de derecha”. Quién puede trazar una inequívoca línea que delimite ambos bandos.
Ahora que nos encontramos ad portas del proceso electoral del 2011 en el que deberemos elegir Presidente y Congresistas para los próximos cinco años, no debemos dejarnos confundir ni engatusar por los políticos y politiqueros que se autotitulan de izquierda o de derecha, como si lo primero significara que ellos van a desprenderse de sus riquezas materiales y renunciar a cualquier posibilidad de enriquecimiento personal o familiar, y lo segundo que van a promover para cada peruano un progreso y crecimiento patrimonial que saque automáticamente a todos de la pobreza. Ni lo uno ni lo otro.
Izquierdistas y derechistas deben promover una distribución más justa de los ingresos nacionales. El empresariado nacional, de todos los niveles y formas, desde el micro y pequeño empresario hasta el inversionista transnacional, debe entender de una buena vez que no puede continuar explotando a sus trabajadores con sueldos miserables que no le alcanzan siquiera para alimentar a su familia y cubrir los gastos más elementales e imprescindibles de la canasta básica familiar. Y los extremistas de izquierda deben entender, por su parte, que es imposible que todos participen igualitariamente de la riqueza generada por la producción del país.
¿Y usted? ¿Es “de izquierda” o “de derecha?
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