Uso muy poco el teléfono celular, o móvil como lo denominan en otras partes. Y no lo uso mucho porque yo sí le doy crédito a quienes alertan sobre los daños que deben provocar en nuestro cerebro las radiaciones que emiten estos artefactos al tenerlo pegado a la oreja demasiado tiempo. Sin embargo, tengo que utilizarlo por motivos de trabajo.
Recientemente adquirí un nuevo Movistar al perder el que había "heredado" de uno de mis hijos hace unos años. Y desde que lo compré comenzaron a atormentarme los continuos mensajes que me llegaban al dichoso aparatito con una serie de consejos sobre los más variados temas. Si uso poquísimo el celular para hacer llamadas telefónicas, pues no lo utilizo en absoluto para enviar o recibir mensajes de texto.
Al comienzo pensé que estos mensajes eran unos señuelos o enganches que me remitían para que, al responderlos, quien los enviaba intentara venderme algo. Había optado por borrarlos apenas los recibía, sin siquiera leerlos. Aunque no dejaba de molestarme la persistencia de los envíos y su elevada frecuencia diaria; por lo que hace algunos días me propuse responder a uno de ellos para pedirles que se abstuvieran de continuar mortificándome: "No he solicitado jamás que se me hagan llegar estos consejos, por lo que les agradeceré suspender el envío de estos mensajes, reservándome el derecho de demandarlos en caso se intente cobrarme algo por su servicio."
Desde esa ocasión los mensajes dejaron de llegar, pero había padecido varios meses de este desesperante acoso, semejante al de los spam que atiborra las bandejas de entrada de mis direcciones de correo electrónico.
Sin embargo, a raíz de una carta publicada en la revista "Somos" del diario "El Comercio" de ayer, en la que un lector se queja de este acoso he caído en la cuenta de que se trata de una bien calculada maniobra de Telefónica Móviles, la empresa del grupo español que domina el mercado de la telefonía en el país que se encarga de la telefonía celular, por medio de la cual, sigilosa pero artera y subrepticiamente, le endilgan a sus clientes un "paquete de servicios de valor agregado" descontándole de su saldo la suma de 0,25 céntavos de dólar por cada mensajito. ¡Acabáramos! Encima de que el servicio telefónico tiene unas tarifas altísimas (Alan: hasta ahora estamos esperando que cumplas tu ofrecimiento de campaña de rebajar las elevadas tarífas telefónicas) la insaciable concesionaria inventa mecanismos a todas luces delictivos para esquilmar más y más a sus sufridos y cautivos usuarios. ¡De Ripley!