Si hay algo que propicia el resquebrajamiento moral que sufre desde hace años nuestro país, es la impunidad.
En los más diversos campos de la actividad humana constatamos día a día cómo se deterioran las bases de la disciplina y el buen comportamiento por la debilidad que muestran las autoridades para sostener sus decisiones de sancionar los actos de indisciplina, de corrupción e inmoralidad.
Esta pusilanimidad patológica, que muchas veces obedece a la proliferación de mafias enquistadas en casi todos los campos del quehacer nacional que a través del chantaje generalizado van extendiendo sus tentáculos como un cáncer por todo el sistema, va dejando escasísimos espacios para la decencia y el buen proceder.
La mayoría de la gente de buen vivir, decente y honesta, aplaudió y respaldó la decisión del nuevo técnico de la selección nacional de fútbol, el famoso “Mago” Sergio Markarián, al disponer la exclusión de las filas de la selección de los que cometieron una falta disciplinaria al escaparse del hotel en que estaban alojados en Panamá, señalando además que no los volvería a convocar. Entre los jugadores sancionados estaba el reincidente Jefferson Farfán, estrella del Shalke 04 de Alemania, que ya había sido anteriormente sancionado por el Chemo Del Solar a raíz del despelote perpetrado en el Club del Golf Los Incas.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte surgen voces desde diferentes frentes que buscan presionar al Director Técnico uruguayo a fin de que le levante la sanción al “insustituible” Jeffry. Y él mismo, apenas llegado al país, lo primero que ha hecho es “disculparse” con el entrenador y solicitar “una nueva oportunidad”.
Mago: la gente honrada y decente de este país te respalda y te invoca a que no des tu brazo a torcer. ¡Basta ya, de una buena vez, con la impunidad! No hay nadie, por muy eximio que sea en el manejo de la pelota, que sea insustituible. Y aun cuando así fuera, es preferible prescindir de un elemento evidentemente proclive a la indisciplina, a la juerga y al vacilón que con su presencia contamina y contagia a jóvenes elementos del grupo seleccionado, que intentar alcanzar una clasificación al mundial de fútbol sentando el mal precedente de claudicar en los irrenunciables principios de decencia, autoridad, disciplina y honradez con la que todos los peruanos confiamos esta Ud. Don Sergio, conduciendo los destinos de este grupo humano.
jueves, 23 de diciembre de 2010
lunes, 20 de diciembre de 2010
¿IZQUIERDISTA O DERECHISTA?
Hay personas que se molestan cuando les preguntan si son izquierdistas o “de izquierda”, haciendo un gesto de desagrado, como si se sintieran ofendidos, al interpretar la pregunta como si aceptar “ser de izquierda” conllevara admitir que se es un pobretón marginal de los sectores socio económicos D o E, y como si tal situación, de ser cierta, fuera motivo de vergüenza. En otros, que también toman como un insulto que se les pregunte si son “de izquierda” la razón que esgrimen para negarlo airadamente es porque relacionan izquierdismo con violencia o con terrorismo, con bloqueo de carreteras, con quema de llantas, con toma de rehenes o con cualquier otra forma de vandalismo.
Y es que sentirse “de derecha” o derechista para estas personas les resulta, por contraposición, ubicarse al lado de los sectores A y B, disfrutar de una buena y sólida posición económica y marcar distancia con esos vándalos marginales que salen a gritar a las calles a reclamar por una más justa distribución de la riqueza.
Sin embargo creo que en la propia naturaleza del ser humano, de cualquier parte del mundo, conviven ambas posiciones. Todos somos “de izquierda” y, a la vez, todos somos “de derecha”. Sin extremismos, claro está. Los ultra izquierdistas son una deformación de la natural predisposición izquierdista que albergamos todos los seres humanos en nuestro interior. Como lo son los ultra derechistas en el sentido deformado de llevar al extremo el natural derechismo que todos y cada uno de nosotros tenemos en nuestra propia naturaleza humana.
Todo ser humano siente rebelarse su conciencia y resquebrajarse su sentimiento al contemplar una imagen de una madre subiendo a un ómnibus de transporte público para ofrecer tres caramelitos de menta por cincuenta céntimos, llevando “quipichado” a su bebe de meses de nacido, o la imagen de un niño africano con una enorme cabeza y su cuerpo esqueletizado y sin desarrollo por efecto de la desnutrición. Imágenes que estremecen y conmueven al asalariado militante del partido comunista como al próspero abogado presidente del directorio de la empresa donde trabaja el asalariado. Ambos saben que existe en el mundo una inequitativa distribución del ingreso. Y ambos, cada uno a su manera, quieren cambiar esa situación. Pues para el abogado “pro capitalista” y derechista no le resulta indiferente constatar estas desigualdades. No se regodea ni disfruta al ver estas manifestaciones de miseria generadas por la pronunciada inequidad en la distribución del ingreso. La deplora. La lamenta. Por el componente izquierdista que, como todos los seres humanos, él cobija también en su interior.
Pero, a la vez, todos los seres humanos llevamos en nuestro interior el deseo de progresar, de poseer, de atesorar. Personas “de izquierda” y “de derecha”, por igual, ambicionamos, porque está en nuestra propia naturaleza humana, llegar a acumular riqueza material más allá de la que necesitamos para vivir dignamente. Salvo el caso de lo que alguna vez leí sobre San Francisco de Asís, que fue tomado por loco cuando decidió desprenderse de todas sus riquezas materiales para dedicarse por entero a predicar la caridad dando origen a la orden que hasta hoy lleva su nombre, no he sabido de ningún otro caso. Aunque uno de mis hijos me comentó en días pasados que Bill Gates se había desprendido del 50% de su cuantiosa fortuna para destinarla a obras de beneficencia. Actitud de un símbolo viviente del capitalismo derechista que, no obstante, no ha sido característica de muchos connotados y enriquecidos líderes de la izquierda, como Fidel Castro, Hugo Chávez, Lula, los Kirchner, Sarkozy, o algún Papa.
De eso se trata. Qué significa ser “de izquierda” o ser “de derecha”. Quién puede trazar una inequívoca línea que delimite ambos bandos.
Ahora que nos encontramos ad portas del proceso electoral del 2011 en el que deberemos elegir Presidente y Congresistas para los próximos cinco años, no debemos dejarnos confundir ni engatusar por los políticos y politiqueros que se autotitulan de izquierda o de derecha, como si lo primero significara que ellos van a desprenderse de sus riquezas materiales y renunciar a cualquier posibilidad de enriquecimiento personal o familiar, y lo segundo que van a promover para cada peruano un progreso y crecimiento patrimonial que saque automáticamente a todos de la pobreza. Ni lo uno ni lo otro.
Izquierdistas y derechistas deben promover una distribución más justa de los ingresos nacionales. El empresariado nacional, de todos los niveles y formas, desde el micro y pequeño empresario hasta el inversionista transnacional, debe entender de una buena vez que no puede continuar explotando a sus trabajadores con sueldos miserables que no le alcanzan siquiera para alimentar a su familia y cubrir los gastos más elementales e imprescindibles de la canasta básica familiar. Y los extremistas de izquierda deben entender, por su parte, que es imposible que todos participen igualitariamente de la riqueza generada por la producción del país.
¿Y usted? ¿Es “de izquierda” o “de derecha?
Y es que sentirse “de derecha” o derechista para estas personas les resulta, por contraposición, ubicarse al lado de los sectores A y B, disfrutar de una buena y sólida posición económica y marcar distancia con esos vándalos marginales que salen a gritar a las calles a reclamar por una más justa distribución de la riqueza.
Sin embargo creo que en la propia naturaleza del ser humano, de cualquier parte del mundo, conviven ambas posiciones. Todos somos “de izquierda” y, a la vez, todos somos “de derecha”. Sin extremismos, claro está. Los ultra izquierdistas son una deformación de la natural predisposición izquierdista que albergamos todos los seres humanos en nuestro interior. Como lo son los ultra derechistas en el sentido deformado de llevar al extremo el natural derechismo que todos y cada uno de nosotros tenemos en nuestra propia naturaleza humana.
Todo ser humano siente rebelarse su conciencia y resquebrajarse su sentimiento al contemplar una imagen de una madre subiendo a un ómnibus de transporte público para ofrecer tres caramelitos de menta por cincuenta céntimos, llevando “quipichado” a su bebe de meses de nacido, o la imagen de un niño africano con una enorme cabeza y su cuerpo esqueletizado y sin desarrollo por efecto de la desnutrición. Imágenes que estremecen y conmueven al asalariado militante del partido comunista como al próspero abogado presidente del directorio de la empresa donde trabaja el asalariado. Ambos saben que existe en el mundo una inequitativa distribución del ingreso. Y ambos, cada uno a su manera, quieren cambiar esa situación. Pues para el abogado “pro capitalista” y derechista no le resulta indiferente constatar estas desigualdades. No se regodea ni disfruta al ver estas manifestaciones de miseria generadas por la pronunciada inequidad en la distribución del ingreso. La deplora. La lamenta. Por el componente izquierdista que, como todos los seres humanos, él cobija también en su interior.
Pero, a la vez, todos los seres humanos llevamos en nuestro interior el deseo de progresar, de poseer, de atesorar. Personas “de izquierda” y “de derecha”, por igual, ambicionamos, porque está en nuestra propia naturaleza humana, llegar a acumular riqueza material más allá de la que necesitamos para vivir dignamente. Salvo el caso de lo que alguna vez leí sobre San Francisco de Asís, que fue tomado por loco cuando decidió desprenderse de todas sus riquezas materiales para dedicarse por entero a predicar la caridad dando origen a la orden que hasta hoy lleva su nombre, no he sabido de ningún otro caso. Aunque uno de mis hijos me comentó en días pasados que Bill Gates se había desprendido del 50% de su cuantiosa fortuna para destinarla a obras de beneficencia. Actitud de un símbolo viviente del capitalismo derechista que, no obstante, no ha sido característica de muchos connotados y enriquecidos líderes de la izquierda, como Fidel Castro, Hugo Chávez, Lula, los Kirchner, Sarkozy, o algún Papa.
De eso se trata. Qué significa ser “de izquierda” o ser “de derecha”. Quién puede trazar una inequívoca línea que delimite ambos bandos.
Ahora que nos encontramos ad portas del proceso electoral del 2011 en el que deberemos elegir Presidente y Congresistas para los próximos cinco años, no debemos dejarnos confundir ni engatusar por los políticos y politiqueros que se autotitulan de izquierda o de derecha, como si lo primero significara que ellos van a desprenderse de sus riquezas materiales y renunciar a cualquier posibilidad de enriquecimiento personal o familiar, y lo segundo que van a promover para cada peruano un progreso y crecimiento patrimonial que saque automáticamente a todos de la pobreza. Ni lo uno ni lo otro.
Izquierdistas y derechistas deben promover una distribución más justa de los ingresos nacionales. El empresariado nacional, de todos los niveles y formas, desde el micro y pequeño empresario hasta el inversionista transnacional, debe entender de una buena vez que no puede continuar explotando a sus trabajadores con sueldos miserables que no le alcanzan siquiera para alimentar a su familia y cubrir los gastos más elementales e imprescindibles de la canasta básica familiar. Y los extremistas de izquierda deben entender, por su parte, que es imposible que todos participen igualitariamente de la riqueza generada por la producción del país.
¿Y usted? ¿Es “de izquierda” o “de derecha?
miércoles, 15 de diciembre de 2010
CREO QUE DEBERÍA PARARSE ESTO
Parece que ya se está haciendo costumbre. Hoy los medios dan a conocer que el ex asesor presidencial de Fujimori, Vladimiro Montesinos, que purga condena en el Real Felipe de El Callao, ha vuelto a enviar un mensaje, esta vez a Keiko y a su padre, utilizando como la vez anterior a su “abogada” Estela Valdivia, quien a través del Facebook les ha escrito lo siguiente: “El Dr. Montesinos me pide que les diga lo siguiente: Keiko de Villanella considera a los “presos” ciudadanos de segunda categoría y como tal los trata, olvidándose que su padre también es un preso . "Yo estoy preso, pero no estoy aburrido" Aburrido me sentía cuando tenía que cumplir los encargos que su papi me hacía cuando ella vivía en Bostón" Que Dios los bendiga!”.
¿A qué viene la alusión a eso de “los encargos que su papi me hacía cuando ella vivía en Boston? Es evidente la intención de recordarle a su antiguo socio que él, Montesinos, se encargó de cubrir los requerimientos financieros que exigía sostener a los hijos de Fujimori estudiando en el exterior. Una sutil manera de recordarle al ex dictador que él no piensa quedarse callado ni cruzado de brazos ante un eventual (aunque de hecho bastante improbable) triunfo de Keiko en las próximas elecciones presidenciales.
Pero, por improbable que tal situación parezca, debemos estar advertidos que la Sra. Keiko Fujimori deberá considerar que adicionalmente a excarcelar a su padre deberá hacerlo con su socio Montesinos que, taimado como es, desde ahora cumple con hacerles llegar estos amenazantes y chantajistas recuerdos.
El sagaz y astuto Montesinos tiene jugadas todas sus cartas en un eventual triunfo de Keiko para terminar con su prisión y poder disfrutar de la fortuna que les birló a todos los peruanos. Días atrás, Estela Valdivia cumplió con trasmitirle otro mensaje, aquella vez dirigido a Yoshiyama, a la sazón candidato a la segunda vicepresidencia en la plancha de Keiko: “El Dr. Vladimiro Montesinos me pide que les diga: "Yo estoy privado de mi libertad, pero no de mis recuerdos" palabras que se las dedica a Jaime Yoshiyama. Que Dios los bendiga!”.
La amenaza y el chantaje que exhala el mensaje nos relevan de mayores comentarios.
¿A qué viene la alusión a eso de “los encargos que su papi me hacía cuando ella vivía en Boston? Es evidente la intención de recordarle a su antiguo socio que él, Montesinos, se encargó de cubrir los requerimientos financieros que exigía sostener a los hijos de Fujimori estudiando en el exterior. Una sutil manera de recordarle al ex dictador que él no piensa quedarse callado ni cruzado de brazos ante un eventual (aunque de hecho bastante improbable) triunfo de Keiko en las próximas elecciones presidenciales.
Pero, por improbable que tal situación parezca, debemos estar advertidos que la Sra. Keiko Fujimori deberá considerar que adicionalmente a excarcelar a su padre deberá hacerlo con su socio Montesinos que, taimado como es, desde ahora cumple con hacerles llegar estos amenazantes y chantajistas recuerdos.
El sagaz y astuto Montesinos tiene jugadas todas sus cartas en un eventual triunfo de Keiko para terminar con su prisión y poder disfrutar de la fortuna que les birló a todos los peruanos. Días atrás, Estela Valdivia cumplió con trasmitirle otro mensaje, aquella vez dirigido a Yoshiyama, a la sazón candidato a la segunda vicepresidencia en la plancha de Keiko: “El Dr. Vladimiro Montesinos me pide que les diga: "Yo estoy privado de mi libertad, pero no de mis recuerdos" palabras que se las dedica a Jaime Yoshiyama. Que Dios los bendiga!”.
La amenaza y el chantaje que exhala el mensaje nos relevan de mayores comentarios.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
BAYLY: EL DINERO NO LO COMPRA TODO
Resulta increíble constatar hasta dónde pueden llegar el despecho, la petulancia, la arrogancia y un sinnúmero de desequilibrios emocionales y mentales en aquellos personajes que creen que con dinero pueden resolverlo todo.
Así hemos visto cómo un pintoresco personaje televisivo, al que le encanta ventilar su vida privada a través de los medios (lo que me exonera de tener que pedirle disculpas o permiso por tratar públicamente lo que perteneciendo a su ámbito privado él mismo se ha encargado de hacer público) nos ha relatado en su columna dominical, sin el menor rubor y casi, diría yo, orgullosamente, aspectos de su vida íntima que han dejado muy mal parados, no solo a él, sino a su ex esposa y a una de sus dos hijas.
Nos hemos podido enterar así (y no sabemos si sus dos hijas recién ahora también) que ese amor que en infinidad de oportunidades confesó por su ex esposa ante las cámaras de la televisión nacional no fue otra cosa que una de sus múltiples argucias para tratar de estar siempre en la cresta de la ola ya sea para mantener un elevado rating para sus programas televisivos o para promocionar la venta de alguno de los libros que hasta la fecha ha publicado.
Es así como este osado personaje que, no sabemos hasta ahora si seriamente o en broma, pretendió lanzar su candidatura a la Presidencia de la República para el proceso eleccionario del 2011, anuncia ante tirios y troyanos que su matrimonio con la que fuera su esposa fue un acto al que asistió como concurre un condenado a muerte al paredón o a la cámara de gas, ya que se vio obligado a ello para poder cambiar su visa de turista por la de residente temporal, en vista de que su ex esposa se encontraba embarazada de la que sería la primera hija del matrimonio.
Nos cuenta asimismo que cuatro años y siete meses después se divorciaron dándosele la custodia de las dos hijas a la madre y fijándosele a él una pensión de 7,500 dólares por mes para la cobertura de los gastos.
Y Bayly se pavonea y saca pecho para pregonar a los cuatro vientos que no solamente cumplió con el pago señalado por el juez norteamericano sino que por propia decisión les abonaba a su ex esposa y a sus dos hijas ocho mil dólares por mes, con lo cual, a su mercantilista forma de analizar su problema, estaba dando muestras de ser un padre ejemplar.
¿Padre ejemplar, Jaimito? ¿Porque les diste el dinero para que disfrutaran de una vida cómoda, regalada y con lujos? ¿Porque les diste los dólares que les permitieran a tus dos hijas educarse en los mejores colegios? Bajo ese retorcido criterio un obrero que apenas gana lo necesario para poder alimentar a su familia no podría jamás ser considerado un buen padre. Sin embargo, y esto debes preguntártelo en la intimidad de tu atormentado lecho, es altamente probable que para los hijos de ese humilde obrero, él sea un padre ejemplar, amado y respetado en mucha mayor medida y con mucha mayor sinceridad de lo que podrían opinar tus hijas respecto de ti.
Y es que simple y llanamente el dinero no lo es todo en la vida. Los hijos de ese obrero que a duras penas puede conseguir unos cuantos soles para alimentar a su familia no les ha faltado el respeto ni los ha avergonzado presentándose ante las cámaras de televisión dándose besos en la boca con cuanto individuo de su mismo sexo se le atravesara por delante. No cuestiono ni repruebo tu inestabilidad sexual. Pero sí que te hayas pasado gran parte de tu vida exhibiéndola como un trofeo o como algo de lo que tendría uno que sentirse orgulloso. Respetos guardan respetos. Y si una persona que presenta las distorsiones de comportamiento de las que haces gala, lejos de mantenerlas bajo una aconsejable y prudente reserva, se esfuerza más bien en enarbolarla y difundirla con el mayor escándalo posible, entonces debe afrontar las consecuencias. Y creo que la más dolorosa y triste es la vergüenza que deben haber sentido tus dos hijas cuando te han visto por la televisión, en directo o por grabaciones posteriores, regodeándote con tus desviaciones y disfunciones.
Ahora, atente a las consecuencias. Y no te dediques a injuriar y degradar a la madre de tus dos hijas.
Así hemos visto cómo un pintoresco personaje televisivo, al que le encanta ventilar su vida privada a través de los medios (lo que me exonera de tener que pedirle disculpas o permiso por tratar públicamente lo que perteneciendo a su ámbito privado él mismo se ha encargado de hacer público) nos ha relatado en su columna dominical, sin el menor rubor y casi, diría yo, orgullosamente, aspectos de su vida íntima que han dejado muy mal parados, no solo a él, sino a su ex esposa y a una de sus dos hijas.
Nos hemos podido enterar así (y no sabemos si sus dos hijas recién ahora también) que ese amor que en infinidad de oportunidades confesó por su ex esposa ante las cámaras de la televisión nacional no fue otra cosa que una de sus múltiples argucias para tratar de estar siempre en la cresta de la ola ya sea para mantener un elevado rating para sus programas televisivos o para promocionar la venta de alguno de los libros que hasta la fecha ha publicado.
Es así como este osado personaje que, no sabemos hasta ahora si seriamente o en broma, pretendió lanzar su candidatura a la Presidencia de la República para el proceso eleccionario del 2011, anuncia ante tirios y troyanos que su matrimonio con la que fuera su esposa fue un acto al que asistió como concurre un condenado a muerte al paredón o a la cámara de gas, ya que se vio obligado a ello para poder cambiar su visa de turista por la de residente temporal, en vista de que su ex esposa se encontraba embarazada de la que sería la primera hija del matrimonio.
Nos cuenta asimismo que cuatro años y siete meses después se divorciaron dándosele la custodia de las dos hijas a la madre y fijándosele a él una pensión de 7,500 dólares por mes para la cobertura de los gastos.
Y Bayly se pavonea y saca pecho para pregonar a los cuatro vientos que no solamente cumplió con el pago señalado por el juez norteamericano sino que por propia decisión les abonaba a su ex esposa y a sus dos hijas ocho mil dólares por mes, con lo cual, a su mercantilista forma de analizar su problema, estaba dando muestras de ser un padre ejemplar.
¿Padre ejemplar, Jaimito? ¿Porque les diste el dinero para que disfrutaran de una vida cómoda, regalada y con lujos? ¿Porque les diste los dólares que les permitieran a tus dos hijas educarse en los mejores colegios? Bajo ese retorcido criterio un obrero que apenas gana lo necesario para poder alimentar a su familia no podría jamás ser considerado un buen padre. Sin embargo, y esto debes preguntártelo en la intimidad de tu atormentado lecho, es altamente probable que para los hijos de ese humilde obrero, él sea un padre ejemplar, amado y respetado en mucha mayor medida y con mucha mayor sinceridad de lo que podrían opinar tus hijas respecto de ti.
Y es que simple y llanamente el dinero no lo es todo en la vida. Los hijos de ese obrero que a duras penas puede conseguir unos cuantos soles para alimentar a su familia no les ha faltado el respeto ni los ha avergonzado presentándose ante las cámaras de televisión dándose besos en la boca con cuanto individuo de su mismo sexo se le atravesara por delante. No cuestiono ni repruebo tu inestabilidad sexual. Pero sí que te hayas pasado gran parte de tu vida exhibiéndola como un trofeo o como algo de lo que tendría uno que sentirse orgulloso. Respetos guardan respetos. Y si una persona que presenta las distorsiones de comportamiento de las que haces gala, lejos de mantenerlas bajo una aconsejable y prudente reserva, se esfuerza más bien en enarbolarla y difundirla con el mayor escándalo posible, entonces debe afrontar las consecuencias. Y creo que la más dolorosa y triste es la vergüenza que deben haber sentido tus dos hijas cuando te han visto por la televisión, en directo o por grabaciones posteriores, regodeándote con tus desviaciones y disfunciones.
Ahora, atente a las consecuencias. Y no te dediques a injuriar y degradar a la madre de tus dos hijas.
viernes, 26 de noviembre de 2010
EL DÍA QUE CASI MATAN A “BIGOTE”
Nuestro colegio funcionaba en un viejo local ubicado en la cuadra doce del jirón Varela, en Breña. Cómo sería de viejo y descuidado que algunos ambientes estaban clausurados, impidiéndose su acceso mediante improvisadas tranqueras construidas con maderos, planchas de metal y cartones claveteados por aquí y por allá. En esas áreas vedadas para la circulación se habían registrado hundimientos de suelos, caída de paredes, rajaduras y demás siniestros propios de una edificación que arrastraba varias décadas de vida.
Como toda construcción antigua, los techos de las improvisadas aulas que funcionaban en la parte delantera del local eran altísimos, calculo que de entre tres y medio y cuatro metros, ya que en la parte de atrás, alrededor del patio en el que nos aglomerábamos para las formaciones y para los recreos, se habían construido algunas aulas más modernas, en las que los techos no pasaban de dos metros con cincuenta centímetros, según calculo ahora, a la distancia del tiempo, aunque soy consciente de que es probable que si los pudiera volver a ver ahora no me parecerían quizá tan altos como entonces, cuando era apenas un niño o un adolescente.
Y no solo los techos eran altísimos. Las puertas de las dos aulas que se ubicaban una a cada lado del corredor central en el ala delantera las veía igualmente enormes. Con más de tres metros de altura, de todas maneras. Y eran unas puertas de madera maciza y pesada, con dos alas que se abrían hacia adentro del salón, empujándolas desde afuera.
Los más de cuarenta muchachos que cursábamos el quinto año de secundaria ese 1966, y que constituíamos por tanto la promoción del colegio de ese año, estudiábamos en una de esas dos aulas.
“Bigote” era el apodo que le habían clavado al profesor del curso de Lengua y Literatura. Un hombre de poco carisma, muy serio y formal, y que se tomaba muy a pecho su responsabilidad de conectar la revoltosa y despreocupada personalidad de una horda indisciplinada, vociferante y malcriada de adolescentes, salpicada de algunos que ya habían dejado de serlo, con la prosa de Miguel de Cervantes Saavedra, Lope de Vega o Mario Vargas Llosa, y las rimas de Gustavo Adolfo Becquer o Javier Heraud. Titánico y previsiblemente estéril propósito, ya que, a pesar de la seriedad, solemnidad y firmeza con la que “Bigote” asumía el dictado de sus clases, no conseguía penetrar en la conciencia de la distraída e irrespetuosa batahola ni despertar su interés.
A los que integrábamos la promoción del 66, en la que, así como habíamos jóvenes con quince o dieciséis años, se contaban también galifardos de más de veinte años, algunos de ellos, según se comentaba en aquella época, padres de familia, no nos interesaba entonces aprendernos de memoria los 20 poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda, prefiriendo más bien hacer chongo con la letra del bello poema de Don Federico García Lorca cuando narraba “Y que yo me la llevé al río, creyendo que era mozuela, pero tenía marido”.
El mobiliario del colegio estaba acorde con lo destartalado del local. Las carpetas eran dobles, de madera maciza y muy pesada, pero por su antigüedad empezaban a desvencijarse y desclavarse, de modo que sin necesidad de hacer mucho esfuerzo se lograba desprender, por ejemplo, la pesada madera superior sobre la que se colocaban los cuadernos y libros durante el dictado de las clases.
Ha quedado grabado en mi memoria el violentísimo incidente que protagonizara en cierta ocasión Hernández Iturregui, un joven con serios y graves problemas de personalidad que según algunos sufría de esporádicos ataques epilépticos. Por esa misma razón, este muchacho, que cada vez que lo recuerdo no puedo dejar de asociarlo con el conocido y pintoresco Mario Poggi, era uno de los predilectos “puntos” con los que los más forajidos y granujas exponentes de la promoción daban rienda suelta a sus bajos, crueles y desnaturalizados instintos, lindantes con la criminalidad.
Aquella mañana comenzaron a “lloverle” con mayor intensidad que anteriores ocasiones, papeles, escupitajos, motazos y toda suerte de proyectiles al pobre Hernández Iturregui, en medio de la algarabía y risotada general, dentro del aula. No recuerdo con exactitud si teníamos una de las denominadas “horas libres” o si estábamos entre materia y materia, aguardando la llegada de algún profesor.
Hernández Iturregui se levantaba una y otra vez de su carpeta, visiblemente irritado, y con un peculiarísimo, y risible, modo de hablar, se dirigía a los grandulones ubicados en la parte de atrás del salón con frases amenazadoras para que se dejaran de molestarlo. Pero esto no hacía más que incrementar las risas y burlas generalizadas y que continuaran lanzándole todo tipo de cosas.
Hasta que Hernández Iturregui no aguantó más. Completamente fuera de sí y haciendo gala de una fuerza sobrenatural que nadie se imaginaba podía tener aquel minúsculo y hasta deforme hombrecillo, tomó con ambas manos una de las pesadísimas y macizas carpetas dobles, la levantó por sobre su cabeza, y la arrojó violentamente sobre el grupo más concentrado, bullicioso y cachaciento que se encontraba al fondo del salón, a cuatro o cinco metros de distancia. Mientras la pesada carpeta surcaba los aires el grupo salió despavorido de sus asientos, mientras la carpeta voladora se estrellaba contra la pared, destrozándose.
Recuerdo que hubo que separar a los más avezados que se abalanzaron sobre el completamente fuera de sí Hernández Iturregui, en medio de gritos e insultos, con la intención de darle un sangriento escarmiento.
Desde ese día le añadí, no diré respeto ni temor, sino una especie de estimación, a la lástima con la que, inevitablemente, siempre veía al maltratado Hernández Iturregui.
Volviendo al tema de “Bigote”, nuestro profesor de Lengua y Literatura, era tanto el fastidio y antipatía que había despertado entre los más arteros exponentes de aquella heterogénea promoción del 66, que una tarde en la que tocaba recibir una de sus clases, un grupo urdió un macabro plan para darle un buen susto al tan poco estimado profesor.
En la parte más alta de la única puerta de entrada al salón colocaron la maciza y pesada madera de la carpeta que había destrozado días atrás Hernández Iturregui, que había quedado arrumada contra la pared al fondo del aula. Como la puerta constaba de dos alas, la habían dejado entreabierta con el grueso madero a modo de guillotina esperando que llegara el profesor.
Conforme se acercaba la hora en que debía llegar “Bigote” para el dictado de su clase la tensión dentro del salón iba en aumento. Algunos tratábamos de ocultar nuestra preocupación ante las gravísimas consecuencias que intuíamos acarrearía la delincuencial maniobra; en tanto que los irresponsables malhechores que se habían encargado de montar la mortal trampa reflejaban una sádica sonrisa en sus rostros.
Hasta que llegó el profesor. Y en medio de un desacostumbrado y sepulcral silencio se detuvo frente a la puerta entreabierta empujando ambas alas con sus manos y retirándolas rápidamente. El macizo madero cayó violentamente en medio de un estrepitoso impacto contra el suelo del salón de clase. El rostro de “Bigote” lucía pálido y desencajado a la vez que irritado y rabioso. Resultaba obvio que alguien lo había prevenido sobre el macabro y mortal atentado y a él le resultaba difícil aceptar que dicho aviso no se había tratado de una falsa alarma.
De inmediato se hizo presente el Director del colegio, atraído, sin duda, por el estruendo provocado por la caída del pesado madero con asesinos propósitos.
A las pesquisas que de inmediato dispuso la Dirección del plantel para ubicar a los responsables del delincuencial y, afortunadamente, fracasado atentado, se sumaron las pesquisas que inició el grupo de nuestros desadaptados y criminales en ciernes condiscípulos para averiguar quién de nosotros había alertado al pobre “Bigote” sobre la mortal trampa que le habían preparado.
Hasta donde pude conocer, ni unos ni otros lograron su objetivo. Jamás se llegó a descubrir a los responsables del macabro atentado, ni se llegó tampoco a identificar al compañero o grupo de compañeros que, responsablemente, dieron aviso a “Bigote” evitando lo que pudo ser una tremenda tragedia.
Como toda construcción antigua, los techos de las improvisadas aulas que funcionaban en la parte delantera del local eran altísimos, calculo que de entre tres y medio y cuatro metros, ya que en la parte de atrás, alrededor del patio en el que nos aglomerábamos para las formaciones y para los recreos, se habían construido algunas aulas más modernas, en las que los techos no pasaban de dos metros con cincuenta centímetros, según calculo ahora, a la distancia del tiempo, aunque soy consciente de que es probable que si los pudiera volver a ver ahora no me parecerían quizá tan altos como entonces, cuando era apenas un niño o un adolescente.
Y no solo los techos eran altísimos. Las puertas de las dos aulas que se ubicaban una a cada lado del corredor central en el ala delantera las veía igualmente enormes. Con más de tres metros de altura, de todas maneras. Y eran unas puertas de madera maciza y pesada, con dos alas que se abrían hacia adentro del salón, empujándolas desde afuera.
Los más de cuarenta muchachos que cursábamos el quinto año de secundaria ese 1966, y que constituíamos por tanto la promoción del colegio de ese año, estudiábamos en una de esas dos aulas.
“Bigote” era el apodo que le habían clavado al profesor del curso de Lengua y Literatura. Un hombre de poco carisma, muy serio y formal, y que se tomaba muy a pecho su responsabilidad de conectar la revoltosa y despreocupada personalidad de una horda indisciplinada, vociferante y malcriada de adolescentes, salpicada de algunos que ya habían dejado de serlo, con la prosa de Miguel de Cervantes Saavedra, Lope de Vega o Mario Vargas Llosa, y las rimas de Gustavo Adolfo Becquer o Javier Heraud. Titánico y previsiblemente estéril propósito, ya que, a pesar de la seriedad, solemnidad y firmeza con la que “Bigote” asumía el dictado de sus clases, no conseguía penetrar en la conciencia de la distraída e irrespetuosa batahola ni despertar su interés.
A los que integrábamos la promoción del 66, en la que, así como habíamos jóvenes con quince o dieciséis años, se contaban también galifardos de más de veinte años, algunos de ellos, según se comentaba en aquella época, padres de familia, no nos interesaba entonces aprendernos de memoria los 20 poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda, prefiriendo más bien hacer chongo con la letra del bello poema de Don Federico García Lorca cuando narraba “Y que yo me la llevé al río, creyendo que era mozuela, pero tenía marido”.
El mobiliario del colegio estaba acorde con lo destartalado del local. Las carpetas eran dobles, de madera maciza y muy pesada, pero por su antigüedad empezaban a desvencijarse y desclavarse, de modo que sin necesidad de hacer mucho esfuerzo se lograba desprender, por ejemplo, la pesada madera superior sobre la que se colocaban los cuadernos y libros durante el dictado de las clases.
Ha quedado grabado en mi memoria el violentísimo incidente que protagonizara en cierta ocasión Hernández Iturregui, un joven con serios y graves problemas de personalidad que según algunos sufría de esporádicos ataques epilépticos. Por esa misma razón, este muchacho, que cada vez que lo recuerdo no puedo dejar de asociarlo con el conocido y pintoresco Mario Poggi, era uno de los predilectos “puntos” con los que los más forajidos y granujas exponentes de la promoción daban rienda suelta a sus bajos, crueles y desnaturalizados instintos, lindantes con la criminalidad.
Aquella mañana comenzaron a “lloverle” con mayor intensidad que anteriores ocasiones, papeles, escupitajos, motazos y toda suerte de proyectiles al pobre Hernández Iturregui, en medio de la algarabía y risotada general, dentro del aula. No recuerdo con exactitud si teníamos una de las denominadas “horas libres” o si estábamos entre materia y materia, aguardando la llegada de algún profesor.
Hernández Iturregui se levantaba una y otra vez de su carpeta, visiblemente irritado, y con un peculiarísimo, y risible, modo de hablar, se dirigía a los grandulones ubicados en la parte de atrás del salón con frases amenazadoras para que se dejaran de molestarlo. Pero esto no hacía más que incrementar las risas y burlas generalizadas y que continuaran lanzándole todo tipo de cosas.
Hasta que Hernández Iturregui no aguantó más. Completamente fuera de sí y haciendo gala de una fuerza sobrenatural que nadie se imaginaba podía tener aquel minúsculo y hasta deforme hombrecillo, tomó con ambas manos una de las pesadísimas y macizas carpetas dobles, la levantó por sobre su cabeza, y la arrojó violentamente sobre el grupo más concentrado, bullicioso y cachaciento que se encontraba al fondo del salón, a cuatro o cinco metros de distancia. Mientras la pesada carpeta surcaba los aires el grupo salió despavorido de sus asientos, mientras la carpeta voladora se estrellaba contra la pared, destrozándose.
Recuerdo que hubo que separar a los más avezados que se abalanzaron sobre el completamente fuera de sí Hernández Iturregui, en medio de gritos e insultos, con la intención de darle un sangriento escarmiento.
Desde ese día le añadí, no diré respeto ni temor, sino una especie de estimación, a la lástima con la que, inevitablemente, siempre veía al maltratado Hernández Iturregui.
Volviendo al tema de “Bigote”, nuestro profesor de Lengua y Literatura, era tanto el fastidio y antipatía que había despertado entre los más arteros exponentes de aquella heterogénea promoción del 66, que una tarde en la que tocaba recibir una de sus clases, un grupo urdió un macabro plan para darle un buen susto al tan poco estimado profesor.
En la parte más alta de la única puerta de entrada al salón colocaron la maciza y pesada madera de la carpeta que había destrozado días atrás Hernández Iturregui, que había quedado arrumada contra la pared al fondo del aula. Como la puerta constaba de dos alas, la habían dejado entreabierta con el grueso madero a modo de guillotina esperando que llegara el profesor.
Conforme se acercaba la hora en que debía llegar “Bigote” para el dictado de su clase la tensión dentro del salón iba en aumento. Algunos tratábamos de ocultar nuestra preocupación ante las gravísimas consecuencias que intuíamos acarrearía la delincuencial maniobra; en tanto que los irresponsables malhechores que se habían encargado de montar la mortal trampa reflejaban una sádica sonrisa en sus rostros.
Hasta que llegó el profesor. Y en medio de un desacostumbrado y sepulcral silencio se detuvo frente a la puerta entreabierta empujando ambas alas con sus manos y retirándolas rápidamente. El macizo madero cayó violentamente en medio de un estrepitoso impacto contra el suelo del salón de clase. El rostro de “Bigote” lucía pálido y desencajado a la vez que irritado y rabioso. Resultaba obvio que alguien lo había prevenido sobre el macabro y mortal atentado y a él le resultaba difícil aceptar que dicho aviso no se había tratado de una falsa alarma.
De inmediato se hizo presente el Director del colegio, atraído, sin duda, por el estruendo provocado por la caída del pesado madero con asesinos propósitos.
A las pesquisas que de inmediato dispuso la Dirección del plantel para ubicar a los responsables del delincuencial y, afortunadamente, fracasado atentado, se sumaron las pesquisas que inició el grupo de nuestros desadaptados y criminales en ciernes condiscípulos para averiguar quién de nosotros había alertado al pobre “Bigote” sobre la mortal trampa que le habían preparado.
Hasta donde pude conocer, ni unos ni otros lograron su objetivo. Jamás se llegó a descubrir a los responsables del macabro atentado, ni se llegó tampoco a identificar al compañero o grupo de compañeros que, responsablemente, dieron aviso a “Bigote” evitando lo que pudo ser una tremenda tragedia.
sábado, 20 de noviembre de 2010
De “Derechas” e “Izquierdas”
La tendencia “natural” de la mayoría de las personas cuando se les pregunta si son más “de derecha” o más “de izquierda” es manifestar un tibio, “ni de izquierda ni de derecha, más bien de centro”.
Y esto porque ambos conceptos, la derecha y la izquierda, se asocian inevitablemente a los extremos, la derecha, con la extrema derecha, y la izquierda con la extrema izquierda. Y a nadie le agrada sentirse extremista. Aparte de que ambas extremas, la de derecha y la de izquierda, arrastran lamentables y penosos episodios históricos plagados de sangre, guerra, terror y muerte. Ambos extremos son violentistas. Es que, como bien dicen por ahí, todo en exceso resulta dañino.
Sin embargo, creo que todo ser humano lleva dentro de sí un sentimiento izquierdista. Si se entiende por izquierdismo la natural preocupación e indignación ante la extrema pobreza que provoca la pronunciada desigualdad en la distribución de la riqueza. Si a alguien le resulta indiferente apreciar los desgarradores casos de niños hambrientos que mueren literalmente de hambre, o no se indigna frente a los abusos de ciertos patrones que explotan brutalmente a sus trabajadores pagándoles salarios miserables a cambio de abusivas e ilegales jornadas laborales, pues entonces sí estaríamos ante una persona que no tiene sentimiento izquierdista alguno.
Y, por otro lado, todos los seres humanos llevamos impregnado igualmente el sentido derechista. El natural deseo de poseer bienes materiales. Privados. Y aumentar nuestros patrimonios materiales personales. Ese natural deseo de apetecer la posesión de bienes más allá de los que mesurada y estrictamente se requieren para sobrevivir dignamente es un inequívoco sentimiento derechista. Y creo que está intrínseco en la naturaleza del ser humano. No obstante que sabemos perfectamente que cuando nos llegue la hora no vamos a llevarnos absolutamente nada de los bienes materiales que hayamos podido atesorar en vida.
Así pues, todos seríamos de izquierda o izquierdistas y, simultáneamente, de derecha o derechistas. Todos, como seres humanos normales, tendríamos algo de izquierdistas y a la vez algo de derechistas.
Y esto porque ambos conceptos, la derecha y la izquierda, se asocian inevitablemente a los extremos, la derecha, con la extrema derecha, y la izquierda con la extrema izquierda. Y a nadie le agrada sentirse extremista. Aparte de que ambas extremas, la de derecha y la de izquierda, arrastran lamentables y penosos episodios históricos plagados de sangre, guerra, terror y muerte. Ambos extremos son violentistas. Es que, como bien dicen por ahí, todo en exceso resulta dañino.
Sin embargo, creo que todo ser humano lleva dentro de sí un sentimiento izquierdista. Si se entiende por izquierdismo la natural preocupación e indignación ante la extrema pobreza que provoca la pronunciada desigualdad en la distribución de la riqueza. Si a alguien le resulta indiferente apreciar los desgarradores casos de niños hambrientos que mueren literalmente de hambre, o no se indigna frente a los abusos de ciertos patrones que explotan brutalmente a sus trabajadores pagándoles salarios miserables a cambio de abusivas e ilegales jornadas laborales, pues entonces sí estaríamos ante una persona que no tiene sentimiento izquierdista alguno.
Y, por otro lado, todos los seres humanos llevamos impregnado igualmente el sentido derechista. El natural deseo de poseer bienes materiales. Privados. Y aumentar nuestros patrimonios materiales personales. Ese natural deseo de apetecer la posesión de bienes más allá de los que mesurada y estrictamente se requieren para sobrevivir dignamente es un inequívoco sentimiento derechista. Y creo que está intrínseco en la naturaleza del ser humano. No obstante que sabemos perfectamente que cuando nos llegue la hora no vamos a llevarnos absolutamente nada de los bienes materiales que hayamos podido atesorar en vida.
Así pues, todos seríamos de izquierda o izquierdistas y, simultáneamente, de derecha o derechistas. Todos, como seres humanos normales, tendríamos algo de izquierdistas y a la vez algo de derechistas.
miércoles, 12 de mayo de 2010
NO IMPORTA QUE ROBE, CON TAL QUE HAGA OBRA
Los resultados de una encuesta realizada en Lima y difundidos anoche por Rosa María Palacios en su programa “Prensa Libre” revelan que más de un tercio de la población comulga con la frase “No importa que robe, con tal que haga obra”. En nuestra modesta opinión, tal resultado refleja la pobrísima catadura moral del promedio de limeños, en su gran mayoría coludidos en alguna forma de inmoralidad o corrupción, sea activa o pasiva, así como la resignación a la que ha conducido la reiterada alternancia de políticos inescrupulosos, corruptos e inmorales, en la conducción de los gobiernos locales, regionales y nacionales.
Sin embargo, estamos convencidos de que esto no tiene que ser así. Pecando seguramente de un exceso de ingenuidad o candidez, abrigamos la esperanza que existan todavía manzanas exentas de podredumbre en el cesto. Aunque reconocemos lo difícil que resulta distinguir las manzanas podridas de las que no lo están, a la luz de la hipocresía que reviste con ropaje de oveja a reconocidos lobos de la política nacional, como aquel que no obstante aguardar a que se cumplieran los plazos de prescripción de los delitos por los que se le mantenía requisitoria para regresar a la patria, lanza ahora desaforados y por cierto sumamente convincentes denigrantes epítetos contra sus propios colegas de partido en cuanta ocasión recaen sobre ellos acusaciones de supuestos actos de inmoralidad y corrupción.
Y, como siempre, es la impunidad la que propicia el mantenimiento de este indeseable statu quo. Porque si la sociedad viera que se sancionan ejemplarmente a los que cometen ilícitos de inmoralidad y corrupción, no me cabe la menor duda de que ni el diez por ciento de la población respaldaría la triste sentencia “No importa que robe, con tal que haga obra”.
Sin embargo, estamos convencidos de que esto no tiene que ser así. Pecando seguramente de un exceso de ingenuidad o candidez, abrigamos la esperanza que existan todavía manzanas exentas de podredumbre en el cesto. Aunque reconocemos lo difícil que resulta distinguir las manzanas podridas de las que no lo están, a la luz de la hipocresía que reviste con ropaje de oveja a reconocidos lobos de la política nacional, como aquel que no obstante aguardar a que se cumplieran los plazos de prescripción de los delitos por los que se le mantenía requisitoria para regresar a la patria, lanza ahora desaforados y por cierto sumamente convincentes denigrantes epítetos contra sus propios colegas de partido en cuanta ocasión recaen sobre ellos acusaciones de supuestos actos de inmoralidad y corrupción.
Y, como siempre, es la impunidad la que propicia el mantenimiento de este indeseable statu quo. Porque si la sociedad viera que se sancionan ejemplarmente a los que cometen ilícitos de inmoralidad y corrupción, no me cabe la menor duda de que ni el diez por ciento de la población respaldaría la triste sentencia “No importa que robe, con tal que haga obra”.
jueves, 18 de marzo de 2010
miércoles, 17 de marzo de 2010
LA DISTRUBUCIÓN DE LA RIQUEZA
¿Saben cuánto hizo de utilidades el Banco BBVA Continental los últimos años? El 2006 cerró con una Utilidad Neta de 488 millones de soles. El 2007 logró 593 millones de soles. En el 2008 su Utilidad Neta fue de 724 millones de soles, y a setiembre del 2009 ya registraba 728 millones de soles de Utilidad Neta, esto es, después del pago del impuesto a la renta y de deducir la participación de sus trabajadores. El Banco de Crédito, por su parte, por mencionar a dos de las instituciones financieras de más fácil recordación, registró 662 millones de soles de Utilidad Neta el 2006, 883 millones de soles el 2007, 1,335 millones de soles el 2008, y ya llevaba 539 millones de soles de Utilidad Neta a junio del 2009. Y así, sin hacer mucha bulla, casi subrepticiamente, las pocas familias propietarias de estos bancos se embolsican multimillonarias utilidades a costa de los sufridos y empobrecidos usuarios. Porque no son a las grandes empresas mineras o pesqueras, por lo general propiedad de los mismos propietarios de los bancos, a los que les exprimen los bolsillos. No. A ellos les aplican “tasas preferenciales” para sus préstamos y les pagan tasas de interés mayores que al promedio de sus depositantes, pues, por lo general son depósitos de cifras millonarias que “ameritan ese trato preferencial”. A usted, a mí y a cualquier hijo de vecino, sin embargo, nos esquilman cuando, por necesidad, tenemos que pasar por sus angurrientas fauces.
¿Cómo no van a hacer esas increíbles y fabulosas utilidades si abonan intereses ridículos por el dinero que depositamos en sus arcas, generalmente entre el 3 y el 4 por ciento anual, pero cuando les pedimos un préstamo nos aplican tasas mayores al 50% anual? ¿No me creen?
En marzo del 2009 el Continental me ofreció un préstamo de 1,700 soles al que me había hecho acreedor (¡Suerte la mía!) por estar adscrito al Programa “Mundo Sueldo”. Como uno anda siempre ajustado con sus gastos, lo tomé. Especialmente porque la tasa del 22,9% anual que me ofrecían me parecía adecuada. Con esa tasa de interés resultaban pagos de 65,68 soles durante los 35 meses del plazo concedido para la amortización. Sin embargo, el Continental me viene cobrando mensualidades de 85,48 soles (ya llevo pagadas doce de estas mensualidades). Claro, veinte soles más por mes, dirán, ni se sienten… Pero estos pagos por un préstamo de 1,700 soles implican que la tasa de interés efectiva que se me viene aplicando por este préstamo no sea ya el 22,9% anual ofrecido, sino 51,82% anual.
¿Y cómo así me cobran esos 20 soles adicionales? Con la treta de las famosas “comisiones” con las que estas instituciones camuflan la aplicación de sobretasas a sus operaciones, sacándole la vuelta a la transparencia que la ley les exige. Me cobran mensualmente 6,50 soles por comisión “Gen.” que no tengo idea a qué corresponde. Otros 3,50 soles mensuales por comisión “Env.” que supongo que debe referirse al envío de los avisos de vencimiento a mi domicilio (los que, la verdad, no puedo asegurar que me estén llegando) y, finalmente, otros 10 soles de comisión “Cobr.” que intuyo que debe ser de “Cobranza”, no obstante que no son ellos quienes van a mi domicilio a cobrarme sino que tengo que ser yo quien se sople mensualmente la cola en la ventanilla para cumplir con mis pagos.
Mientras el gobierno, a través de sus instituciones pertinentes, como la Superintendencia de Banca y Seguros, el Ministerio de Economía y Finanzas, la Defensoría del Pueblo, etc., no corrija estas deformaciones del sistema, los ricos seguirán siendo cada vez más ricos, y, lógicamente, los pobres seguiremos siendo igualmente cada vez más pobres.
¿Cómo no van a hacer esas increíbles y fabulosas utilidades si abonan intereses ridículos por el dinero que depositamos en sus arcas, generalmente entre el 3 y el 4 por ciento anual, pero cuando les pedimos un préstamo nos aplican tasas mayores al 50% anual? ¿No me creen?
En marzo del 2009 el Continental me ofreció un préstamo de 1,700 soles al que me había hecho acreedor (¡Suerte la mía!) por estar adscrito al Programa “Mundo Sueldo”. Como uno anda siempre ajustado con sus gastos, lo tomé. Especialmente porque la tasa del 22,9% anual que me ofrecían me parecía adecuada. Con esa tasa de interés resultaban pagos de 65,68 soles durante los 35 meses del plazo concedido para la amortización. Sin embargo, el Continental me viene cobrando mensualidades de 85,48 soles (ya llevo pagadas doce de estas mensualidades). Claro, veinte soles más por mes, dirán, ni se sienten… Pero estos pagos por un préstamo de 1,700 soles implican que la tasa de interés efectiva que se me viene aplicando por este préstamo no sea ya el 22,9% anual ofrecido, sino 51,82% anual.
¿Y cómo así me cobran esos 20 soles adicionales? Con la treta de las famosas “comisiones” con las que estas instituciones camuflan la aplicación de sobretasas a sus operaciones, sacándole la vuelta a la transparencia que la ley les exige. Me cobran mensualmente 6,50 soles por comisión “Gen.” que no tengo idea a qué corresponde. Otros 3,50 soles mensuales por comisión “Env.” que supongo que debe referirse al envío de los avisos de vencimiento a mi domicilio (los que, la verdad, no puedo asegurar que me estén llegando) y, finalmente, otros 10 soles de comisión “Cobr.” que intuyo que debe ser de “Cobranza”, no obstante que no son ellos quienes van a mi domicilio a cobrarme sino que tengo que ser yo quien se sople mensualmente la cola en la ventanilla para cumplir con mis pagos.
Mientras el gobierno, a través de sus instituciones pertinentes, como la Superintendencia de Banca y Seguros, el Ministerio de Economía y Finanzas, la Defensoría del Pueblo, etc., no corrija estas deformaciones del sistema, los ricos seguirán siendo cada vez más ricos, y, lógicamente, los pobres seguiremos siendo igualmente cada vez más pobres.
jueves, 11 de marzo de 2010
CASO CROUSILLAT: NO BASTA SU CONTRICIÓN, SEÑOR PRESIDENTE
Cuando salió a la luz lo de los “petroaudios”, con la difusión de comprometedores diálogos fruto de una ilegal interceptación de llamadas telefónicas, el Presidente de la República salió a los medios, mostrando una desbordante iracundia y reclamando todo el peso de la ley para quienes resultaran responsables, pero no contra los implicados en el tráfico de influencias, actos de corrupción y demás inmoralidades que los diálogos telefónicos hacían evidentes, sino contra los responsables de la interceptación de las llamadas telefónicas. Por eso es que hasta ahora mayor énfasis se ha puesto en las investigaciones a la empresa Business Track BTR que a los implicados en los delitos de corrupción en la aparentemente dolosa concesión de explotación de pozos petroleros que, entre otras perlas, se desprendían de los jugosos diálogos entre Alberto Químper y el ex ministro aprista del primer gobierno de García, Rómulo León Alegría.
Y ahora, a raíz del destape de la improcedencia del indulto que con sospechosa ligereza le concediera Alan García al corrupto empresario televisivo José Crousillat, que en su momento vendiera la línea editorial de su canal televisivo al gobierno Fuji-montesinista, el Primer Mandatario se presenta consternado en los medios para declarar que se siente burlado por quienes lo indujeron a concederle el indulto presidencial aduciendo que el veterano recluso presentaba un precario estado de salud a sus 77 años de edad, para ser posteriormente sorprendido, una vez libre, veraneando en la playa Asia y concurriendo a diversos establecimientos, haciendo gala de un aparente buen estado de salud.
Pero creemos que no basta este acto de contrición presidencial. No basta que aparezca ante los medios diciéndole al país que se siente burlado. ¿Por qué no reclamó con igual energía y virulencia que la mostrada contra los responsables de las interceptaciones de llamadas telefónicas, que se investigue y sancione ejemplarmente, con todo el peso de la ley, a quienes resulten responsables de haberlo inducido a cometer el error de conceder un indulto improcedente? ¿A quiénes protege con esta “omisión”?
Y ahora, a raíz del destape de la improcedencia del indulto que con sospechosa ligereza le concediera Alan García al corrupto empresario televisivo José Crousillat, que en su momento vendiera la línea editorial de su canal televisivo al gobierno Fuji-montesinista, el Primer Mandatario se presenta consternado en los medios para declarar que se siente burlado por quienes lo indujeron a concederle el indulto presidencial aduciendo que el veterano recluso presentaba un precario estado de salud a sus 77 años de edad, para ser posteriormente sorprendido, una vez libre, veraneando en la playa Asia y concurriendo a diversos establecimientos, haciendo gala de un aparente buen estado de salud.
Pero creemos que no basta este acto de contrición presidencial. No basta que aparezca ante los medios diciéndole al país que se siente burlado. ¿Por qué no reclamó con igual energía y virulencia que la mostrada contra los responsables de las interceptaciones de llamadas telefónicas, que se investigue y sancione ejemplarmente, con todo el peso de la ley, a quienes resulten responsables de haberlo inducido a cometer el error de conceder un indulto improcedente? ¿A quiénes protege con esta “omisión”?
viernes, 26 de febrero de 2010
¿BAYLY PRESIDENTE?
Cuando intento atribuirle un mínimo de seriedad y probabilidad de certidumbre a la propuesta de Jaime Bayly respecto a su eventual candidatura a la presidencia de la república, no puedo imaginármelo investido con la banda presidencial dirigiendo su primer mensaje al país desde el local del Congreso. No me cabe en la cabeza. Solo diviso un tipo desgarbado, arreglándose constantemente el cerquillo que se le viene sobre los lentes, incapaz de extirparse esa sonrisa socarrona que le queda bien al conductor televisivo que hace burla y escarnio de las situaciones más dramáticas y enrevesadas, pero que no podrían condecirse con la investidura de un Estadista. Y me viene a la memoria igualmente la imagen del atrevido e insolente Alan García de su primer período exigiéndoles a los acreedores de la deuda externa peruana que no se esperen hasta octubre para declarar inelegible al Perú sino que lo hicieran de inmediato pues no estaba dispuesto a destinar más del 10% de sus exportaciones para el pago de la deuda ¡En el mismísimo Estados Unidos!
Confieso que cuando vi por la televisión a mi contemporáneo García en tal alarde de soberanía sentí un gran orgullo y satisfacción por estar representado por un líder de semejantes kilates, desafiante ante el poder, y esgrimiendo con valentía un argumento perfectamente lógico y válido. “Primero está la atención del hambre y la pobreza de mi pueblo. Luego la atención de la deuda externa. Que no desconocemos. Pero a la que no le vamos a dedicar más del 10% del valor de nuestras exportaciones” ¡Soberbio!
Claro que luego de eso, al no haber tenido la prudencia de concertar un bloque de apoyo a la ponencia con otros presidentes tercermundistas, lo que vino fue el aislamiento de la comunidad financiera internacional, y toda la crisis que concluyó en uno de los más estruendosos fracasos político económicos de la historia republicana. La vehemencia de la juventud que ostentaba por entonces el líder aprista le pasó la factura. Y la pagamos todos los peruanos.
Y me parece que Bayly va por allí. Su reacción frente al embrollo armado dentro del canal de televisión por el que se emite su programa dominical da pie para suponer que se deja ganar fácilmente por la pasión que nubla la sensatez y la cordura. Mientras sea en su papel de conductor de un programa televisivo, no hay mayor problema. Pero si similares reacciones se presentan ostentando la presidencia de la república, muy distintas serían las consecuencias que podrían acarrear para la estabilidad y seguridad del país.
Y que no nos venga con el manido discurso que su eventual candidatura responde a un intempestivo afán de servir a los más pobres y brindarles acceso a una buena educación a todos los niños del Perú, sea cual sea su condición socio económica, ni mucho menos aún por su interés en “adecentar” la política nacional. Con la procacidad y vulgaridad con la que “sazona” sus comentarios emitidos a través de su programa televisivo creo que basta y sobra para darse cuenta qué cabría esperar de él una vez apoltronado en el sillón presidencial.
Confieso que cuando vi por la televisión a mi contemporáneo García en tal alarde de soberanía sentí un gran orgullo y satisfacción por estar representado por un líder de semejantes kilates, desafiante ante el poder, y esgrimiendo con valentía un argumento perfectamente lógico y válido. “Primero está la atención del hambre y la pobreza de mi pueblo. Luego la atención de la deuda externa. Que no desconocemos. Pero a la que no le vamos a dedicar más del 10% del valor de nuestras exportaciones” ¡Soberbio!
Claro que luego de eso, al no haber tenido la prudencia de concertar un bloque de apoyo a la ponencia con otros presidentes tercermundistas, lo que vino fue el aislamiento de la comunidad financiera internacional, y toda la crisis que concluyó en uno de los más estruendosos fracasos político económicos de la historia republicana. La vehemencia de la juventud que ostentaba por entonces el líder aprista le pasó la factura. Y la pagamos todos los peruanos.
Y me parece que Bayly va por allí. Su reacción frente al embrollo armado dentro del canal de televisión por el que se emite su programa dominical da pie para suponer que se deja ganar fácilmente por la pasión que nubla la sensatez y la cordura. Mientras sea en su papel de conductor de un programa televisivo, no hay mayor problema. Pero si similares reacciones se presentan ostentando la presidencia de la república, muy distintas serían las consecuencias que podrían acarrear para la estabilidad y seguridad del país.
Y que no nos venga con el manido discurso que su eventual candidatura responde a un intempestivo afán de servir a los más pobres y brindarles acceso a una buena educación a todos los niños del Perú, sea cual sea su condición socio económica, ni mucho menos aún por su interés en “adecentar” la política nacional. Con la procacidad y vulgaridad con la que “sazona” sus comentarios emitidos a través de su programa televisivo creo que basta y sobra para darse cuenta qué cabría esperar de él una vez apoltronado en el sillón presidencial.
martes, 16 de febrero de 2010
¿SERÁ CIERTO ESO?
La lectura de la columna del señor Juan Velit Granda en la página 15 de la sección A de “El Comercio” de hoy referida a la casi comprobada corrupción que rodearía la gestión de los Kirchner en Argentina ha venido a reforzar, sensiblemente, mi convencimiento respecto a que “todos los políticos”, sea cual sea el pelaje del que se presenten cubiertos, aspiran a ejercer el poder con la exclusiva intención de enriquecerse con los dineros del Estado (vale decir de todos los ciudadanos contribuyentes que, en la mayoría de casos, son los mismos que los eligen). Aquí, en el Perú, en Argentina, en Chile, en los países de Europa, en los Estados Unidos, en la China… en todas partes.
Y de inmediato ha venido a mi memoria un artículo escrito por Barba Caballero sobre su amigo Rafael Rey Rey, escrito el 18 de enero de este año y publicado no se dice en que diario o revista, pero que se está haciendo circular en uno de esos mensajes masivos que se trasmiten por Internet a través del correo electrónico; ya que en dicho artículo se señala que el Sr. Rey, actual Ministro de Defensa del gobierno de Alan García y ex Ministro de la Producción, sería un rarísimo caso de absoluto y total desprendimiento de cualquier tipo de riqueza material (lo que resultaría plenamente coherente con su prédica cristiana), pues habría adoptado la costumbre de donar la casi totalidad de sus ingresos para obras de caridad, viviendo en asombrosa austeridad en una casona equivalente a un monasterio, ocupando una habitación de cuatro metros por cuatro metros, amoblada con una vetusta cama y un viejo escritorio; sin televisión ni equipo de música. De ser ciertas estas afirmaciones, de comprobarlo el equipo de investigación de algún programa televisivo, como “Cuarto Poder” o “Día D”, Rey, a pesar de haberse hecho merecedor de mi permanente rechazo desde casi su aparición en el escenario político del país, se tornaría en mi candidato preferido y paradigmático para ocupar la presidencia del país.
Y de inmediato ha venido a mi memoria un artículo escrito por Barba Caballero sobre su amigo Rafael Rey Rey, escrito el 18 de enero de este año y publicado no se dice en que diario o revista, pero que se está haciendo circular en uno de esos mensajes masivos que se trasmiten por Internet a través del correo electrónico; ya que en dicho artículo se señala que el Sr. Rey, actual Ministro de Defensa del gobierno de Alan García y ex Ministro de la Producción, sería un rarísimo caso de absoluto y total desprendimiento de cualquier tipo de riqueza material (lo que resultaría plenamente coherente con su prédica cristiana), pues habría adoptado la costumbre de donar la casi totalidad de sus ingresos para obras de caridad, viviendo en asombrosa austeridad en una casona equivalente a un monasterio, ocupando una habitación de cuatro metros por cuatro metros, amoblada con una vetusta cama y un viejo escritorio; sin televisión ni equipo de música. De ser ciertas estas afirmaciones, de comprobarlo el equipo de investigación de algún programa televisivo, como “Cuarto Poder” o “Día D”, Rey, a pesar de haberse hecho merecedor de mi permanente rechazo desde casi su aparición en el escenario político del país, se tornaría en mi candidato preferido y paradigmático para ocupar la presidencia del país.
Porque no se trata de resignarse, como muchos, al estribillo aquel de “sí pues, sé que ha robado… pero ha hecho obra”. No señor. El gobernante no tiene por qué robar ni, menos aún, permitir que lo hagan sus colaboradores. Pero con los facinerosos que siempre han usufructuado el poder es obvio que ninguna autoridad moral pueden tener para pedir que se sancione con todo el peso de la ley a los inmorales y corruptos a quienes se pesca con las manos en la masa. Alan García, por ejemplo, nuestro actual presidente, pidió sí que se sancionara con todo el peso de la ley, pero no a quienes se hallara culpables del saqueo de las arcas públicas, sino a quienes se encontrara culpables de haber destapado la olla a través de las efectivamente delictivas interceptaciones telefónicas y de correos electrónicos.
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